Ubuntu piensa en el dinero, no en los usuarios. Por eso se hunde.

Es conocida por toda la comunidad linuxera la pérdida del liderazgo de Ubuntu entre las distros más descargadas. Después de ser ininterrumpidamete la líder en uso y descargas Ubuntu se encuentra con esta situación que la propia empresa ha propiciado. Es evidente que el motivo que está forzando a infinidad a usuarios a migrar a otras distribuciones ha sido la llegada de Unity.
Unity es una interfaz incómoda, que dificulta el uso tradicional del escritorio y que, además, gasta más recursos y, por encima, todavía no funciona correctamente. Su inclusión no era obligatoria, sino que ha sido una apuesta persona de Mark Shuttelworth y la empresa que dirije. El motivo oculto que parece estar detrás de esta extraña apuesta es consolidar la expansión del sistema operativo a tablets y demás dispositivos móviles. Dicho de forma más clara. La misma apariencia de Unity que se presta a lo táctil nos idica que puede resultar algo muy adecuado para un tablet, pero es obvio que este mismo formato no es igual de cómodo para un PC. El haber forzado su inclusión en los ordenadores personales, aún sabiendo el disgusto que podría ocasionar en muchos usuarios, parece haber respondido al intento de ir familiarizándonos con vistas a un mejor recibimiento cuando nos los encontremos en los dispositivos móviles. Así pues no queda otra que concluir que Ubuntu prioriza sus intereses de expansión económica antes que los intereses de sus propios usuarios. Imagino que Ubuntu habrá calculado que, pese a los usuarios que iba a perder a causa de Unity, la apuesta le acabará compensando.
A estas alturas ha que recordar que es necesario no confundir "software libre" con "software gratuito". El que se haga software libre no quiere decir que no se puedan obtener beneficios económicos con ello. El problema emerge cuando el interés económico tapa el ideal del software libre, como es el caso. En el sofware privativo, basado también en la anteposición económica, encontramos que la preponderancia de los intereses económicos trae como consecuencia un software endémicamente enfermo que, además, es éticamente insano. Ubuntu no sólo se ha decantado por la opción del Unity, también ha dado más muestras de tener como finalidad el ser una empresa que, como suele suceder en la mayoría de ellas, tiene como objetivo principal y casi único el obtener beneficios económicos. La reciente inclusión de productos de pago en su centro de software es otro paso más. Pero lo que podría pensarse que es todavía peor es usar la antigua y triste vinculación de tiempo y dinero. Un ideal que Benjamin Franklin, uno de los precursores del espíritu capitalista, ya alentaba. Franklin ya prefería contemplar la pérdida de tiempo desde la perspectiva alienada del beneficio económico. Para él el valor del tiempo estaba en la capacidad de producir dinero. Dinero que, contradiciendo el ideal kantiano, se había convertido en un fin en lugar de ser un medio. El ser humano ya no producía para vivir, sino que vivía para producir. En ello encuentra ahora su deleite y, desde ahí, elabora la justificación a esta ideología. Ubuntu, sin ningún pudor, utiliza este mismo slogan para convencer a la gente al tiempo que se describen a sí mismos.